En la primera lectura de hoy, el pueblo de Israel re dedica la casa de Dios, el Templo, con espíritu de santidad y gozo. La casa de Dios fue llena de oraciones y regocijo. (1 Mac 4:54ss). Pero, primero, tenían que vaciarla de lo impuro (1 Mac 4:43ss).

Varios siglos después, el pueblo de Dios, y particularmente los líderes, tratan la casa de Dios como si fuera otro mercado en la ciudad. Ahora la casa está "llena" de vendedores, comercio y ajetreo. Fue Jesús quien tomó la responsabilidad de vaciar el Templo de los mercaderes y los animales; para devolverles su enseñanza y su oración (Lc19:45ss).

Muchos de nosotros pertenecemos a parroquias con edificios de menos de dos siglos de haber sido construidas. Originalmente, estos templos fueron dedicados y bendecidos, sin duda alguna con mucho gozo y gran medida de santidad. Años después, ¿cómo comparan nuestros templos con el de los tiempos de Jesús? ¿Los hemos llenado de impureza, comercio y ajetreo? ¿Todavía tratamos la casa de Dios, donde habita Jesús en el Sagrario, como una casa de oración? ¿Acaso hemos perdido nuestro primer amor? (Cfr. Ap 2:4). ¿Será posible que luego de iniciar la jornada en el Espíritu, vaya a terminar al nivel de la carne? (Gal 3:3).

Jesús quiere que su casa sea casa de oración (Lc 14:23). Arrepiéntete de tu comportamiento o actitud que promueva la indiferencia o falta de respeto a la casa de Dios. Decide vivir y animar a otros a que el templo siga siendo una casa de oración, la casa del Padre.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de junio de 2013

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