La hermana María pidió que su clase de tercer grado completara la siguiente frase: "Para estar en el cielo, una persona debe ser:___'". La respuesta debía para ser "santa". Sin embargo, Juanito escribió: "Para estar en el cielo, una persona debe 'morir'." Esta es una declaración profunda. Para ser santos en el cielo, hay que morir físicamente y morir a nuestros egoísmos (Jn 12:24).

Es necesario recibir el sello (Ap 7:3) que nos marca como propiedad de Dios. Sin embargo, preferimos poseer en lugar de darnos. Queremos vivir la vida a nuestra manera. Por eso, es necesario morir a sí mismo y aceptar el sello de servidores de Dios en esta vida.

Para ser santo en el cielo, debes blanquear tu vida en la sangre de Jesús, el Cordero (Ap 7:14). Debes arrepentirte de llevar tu propia vida. Puesto que tú no quieres admitir tus pecados, por eso, debes morir a ti mismo.

Para ser un santo en el cielo, debes encontrar la felicidad que va más allá de tener cosas (Mat 5:3-12). Pero esta felicidad es al estándar de Dios, no del mundo. La felicidad de Dios incluye pobreza voluntaria, pena del pecado, humildad, hambre de santidad, etc. En algunas ocasiones, no entenderás, ni estarás de acuerdo con, ni desearás esa felicidad de Dios, pero si superas estas cosas y aceptas que Dios sea tu señor habrás muerto a ti mismo para ganar la vida eterna.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de junio de 2013

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