"Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales" (Gal 5:13). Cuando San Pablo habla de "los deseos carnales" o la carne se refiere a nuestra naturaleza humana. Aunque no todos nuestros deseos son malos, no es extraño que nuestra carne exija nuestra atención total. En efecto, nuestra carne quiere ser nuestro dios. "Porque los deseos de la carne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley, ni pueden hacerlo. Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios" (Rom 8:7-8).

Sólo el Espíritu es más fuerte que la carne. Sólo por el Espíritu podemos resistir la tentación de caer en la idolatría de la carne, el "yo" y el placer. "Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí" (Gal 5:16-17). "Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán" (Rom 8:13).

"Porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos. Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por Él" (Gal 5:24-25).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de junio de 2013

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