San Pablo recibió el don enseñar al llegar a la ciudad de Corinto (Hch 18,1-3). Siendo una sola persona, su eficacia era muy limitada. Allí encontró trabajo como fabricante de tiendas de campaña (Hch 18,3). Igual que muchos de los colaboradores de Ministerios de la Presentación, Pablo trabajó a tiempo completo y evangelizó en su tiempo libre. Fue cuando sus compañeros Silas y Timoteo llegaron que su ministerio tuvo mayor impacto (Hch 18,5).

Ambos poseían el don espiritual de ayudar o "promover" (Cfr. 1Cor 12,28). Su apoyo práctico y financiero obviamente le permitió a Pablo no tener que trabajar haciendo carpas. Ahora que Silas y Timoteo estaban en Corinto para ofrecer su apoyo en los esfuerzos de evangelización, Pablo podía ocuparse por completo a evangelizar, predicar y enseñar (Hch 18:5).

Algunos de ustedes que leen esto también han sido llamados por Dios a ser ayudantes o auxiliares (1 Cor 12:28). Cuando ese don no se utiliza o acoge, se limita la propagación de la palabra de Dios. Predicadores, evangelistas y maestros necesitan ayudantes y asistentes llenos del Espíritu. Si tienes esta vocación, generalmente no se te dará renombre por tu participación en el programa. Sin embargo, "confórmate con lo que tienes" (Heb 13:5) y utiliza tu don libremente. Quienes ministran no pueden ser tan fructíferos si el Espíritu no trabaja libremente a través de sus ayudantes.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de diciembre de 2012

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