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Jueves, 4 de septiembre de 2014

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1 Corintios 3:18-23
Salmos 24:1-6
Lucas 5:1-11

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estoy eternamente agradecido

"Soy un pecador" (Lucas 5:8).

Uno de los mayores eventos de nuestras vidas es cuando admitimos nuestra condición pecaminosa, cuando caemos "a los pies de Jesús diciendo: 'Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador' "(Lc 5:8). Cuando experimentamos el temor de Dios y hacemos contacto con la realidad, nos damos cuenta de la incompatibilidad de nuestro pecado con la santidad de Dios. Así, nosotros exclamamos "¡Aléjate de mí, Señor!" Sin embargo, si el Señor se aleja de nosotros, nunca seremos liberados del pecado y estaremos separados de Él para siempre. Por lo que Jesús debe permanecer con nosotros si queremos comenzar a abandonar nuestros pecados.

Aún más, ¿cómo puede el Dios santísimo estar en la presencia del pecado? "A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por Él" (2Co 5:21). Cuando el Dios santísimo escogió no abandonarnos en nuestro estado pecaminoso, nuestro pecado convulsionó en Su presencia santísima y Lo crucificamos. Sin embargo, el pecado se crucificó así mismo en la crucifixión de Jesús. "Dios lo hizo, enviando a su propio Hijo, en una carne semejante a la del pecado y como víctima por el pecado. Así Él condenó el pecado en la carne" (Rom 8:3). "Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo" (Ef 2:13). "Pero ahora, Él los ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte, a fin de que ustedes pudieran presentarse delante de Él como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable" (Col 1:22). ¡Gracias, Jesús crucificado!

Oración:  Padre, te doy gracias por amarme tanto que diste a Tu Hijo por mi salvación (ver Jn 3:16).

Promesa:  "¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio" (1Co 3:18).

Alabanza:  Warren estalló en lágrimas de gratitud cuando estaba orando ante un crucifijo. Ese mismo día, por primera vez, compartió su testimonio de conversión con otros dos hombres.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 23 de abril de 2014

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