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Miércoles, 17 de agosto de 2016

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Ezequiel 34:1-11
Salmos 23:1-6
Mateo 20:1-16

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ser pastor y cargar con su sufrimiento

"¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!" (Ezequiel 34:2).

Ezequiel profetizó contra los líderes seglares y religiosos de Israel que habían estado engrosando su riqueza personal explotando a aquellos que debían haber servido (Ez 34:3ss). Como resultado, el pueblo sufría enormemente mientras que "los pastores" obtenían grandes beneficios. Hoy, no es infrecuente ver a un dirigente de empresa abandonar la compañía con una compensación multimillonaria, mientras que la compañía y todos sus trabajadores caen en la ruina y pierden sus trabajos.

Es fácil ver una explotación pura y dura en estos ejemplos. Pero como contraste, en el Evangelio de hoy, Jesús se dirige a aquellos que han trabajado para Él duramente todo el día (Mt 20:12). Al terminar la jornada estos trabajadores se muestran preocupados por lo que obtendrían, y no por lo que Jesús ha de ganar (Mt 20:10). A pesar de estar trabajando para Dios, se afanaban por "buscar sus propios intereses y no los de Cristo Jesús" (Fil 2:21). Jesús, "el Buen Pastor" (Jn 10:14), llama tanto a los buenos como a los malos pastores al arrepentimiento y a una madurez más noble.

Muchas veces trabajar para Jesús implica "trabajar todo el día bajo un calor bochornoso" en la viña de Dios (Mt 20:12). Cumplir con tu vocación de ser pastor para aquellos a los que Dios te ha confiado puede ser "una gran prueba de sufrimiento" (Heb 10:32). Cuando sufran por causa de Dios "no se extrañen de la violencia que se ha desatado contra ustedes para ponerlos a prueba" (1 Pe 4:12). Es la voluntad de Dios que lleguen a regocijarse cuando tengan que sufrir por Él (1 Pe 4:13; Col 1:24).

Dale a Jesús un "sí" de todo corazón y a su invitación a trabajar en la viña de Dios. Deja que el Buen Pastor se sirva de ti y que se sirva de ti completamente si es necesario.

Oración:  Jesús, Tú eres mi pastor; nada me falta (Sal 23:1). Abandono todos mis deseos y voluntad en Ti.

Promesa:  "No temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza" (Sal 23:4).

Alabanza:  Luisa trabajó para el Señor hasta el final de su enfermedad.

Referencia:  (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).