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Viernes, 29 de mayo de 2015

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Eclesiástico 44: 9-13
Salmos 149:1-6, 9
Marcos 11:11-26

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final con medalla de oro

"Con su descendencia se perpetúa la rica herencia que procede de ellos" (Eclesiástico 44:11).

Muchas personas trabajan muchísimo durante toda la vida con el único objetivo de disfrutar de un retiro relajante y bien merecido. Sienten que es el momento de disfrutar de sus nietos, y ponerse al día disfrutando de viajes, pasatiempos y del descanso del que no gozaron durante tantos años de sacrificio.

Sin embargo, esos "años dorados" no son el momento de bajar la guardia ni de dar treguas, sino que más bien son años para servir y "consolidar" la herencia que se ha sembrado. Basta solamente el descuido de una generación para que se pierda la fe colectiva de toda una sociedad. Las décadas que les costó a los padres asentar las bases sólidas se pueden fácilmente echar a perder por la relajación de los años dorados de la jubilación. Jesús puede emitir una llamada a los abuelos cuando dice: "Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega" (Jn 4:35).

Los Reyes Ezequías y Salomón tuvieron muy buenos inicios reformando su nación y convirtiendo su pueblo al Señor (2 Re 18:1ss; 1 Re 3:6ss). Sin embargo, sus biografías se ven empañadas porque aflojaron en sus esfuerzos en los últimos años. El resultado al final de su vida fue que la nación estaba en peor estado en el momento de su defunción que en los comienzos de su reinado (2 Re 20:21ss; 1 Re 11:43ss).

Jesús nos advirtió que "no sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar" (Lc 14:29). Nuestro legado no debe ser como una torre a medio construir, es decir, una familia amplia pero sin fe para mantenerse firme ante los embates de la vida. Construyamos un patrimonio que perdure para la mayor gloria de Dios.

Oración:  Padre, que pueda llevar "a cabo la obra que me encomendaste" (Jn 17:4).

Promesa:  "Por eso les digo: Cuando pidan en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán" (Mc 11:24).

Alabanza:  Tomás, un médico, reza con sus pacientes y los bendice con agua bendita durante sus visitas a su oficina.

Referencia:  (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2015

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