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Sábado, 11 de febrero de 2017

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Nuestra Señora de Lourdes


Génesis 3:9-24
Salmos 90:2-6, 12-13
Marcos 8:1-10

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alimento para siempre

"No vaya a ser que ahora extienda su mano… coma y viva para siempre" (Génesis 3:22).

Dios proporcionó comida maravillosa para Adán y Eva en el jardín del Edén (Gn 1:29-30; 2:16-17). Sin embargo, Adán y Eva querían el control del menú. Y comieron la comida que Dios les había prohibido (Gn 3:11). A causa de su rebelión, Dios no consentiría a la humanidad comer del árbol de la vida, lo que permitiría que vivieran para siempre (Gn 3:22).

Sin embargo, Dios amó tanto al mundo que entregó a su único Hijo (Jn 3:16). En el Calvario, Jesús fue clavado al árbol de la vida. Nos dejó un nuevo alimento: Su propio Cuerpo y Sangre, la Eucaristía. En Jesús, Dios nos ofrece una nueva oportunidad de comer del árbol de la vida que crece en Su jardín (Ap 2:7). Ahora, una vez más, se nos permite comer el alimento que nos permitirá vivir para siempre (Jn 6:51, 54).

Mediante Jesús, la comida se ha transformado. La Misa es ahora el nuevo Edén, la nueva Pascua, el nuevo paraíso. En la Misa, nuestras vidas "desiertas" (Mc 8:4) se nutren alimentadas por Jesús con comida que nos llena y satisface perfectamente (ver Sab 16:20; Sal 145:16).

Adán y Eva comieron para satisfacerse a sí mismos. En la Eucaristía, comemos para agradar a Jesús. El Señor nos pregunta: "cuando comen y beben, ¿no lo hacen por ustedes mismos?" (Zac 7:6) ¿Están ustedes comiendo alimento imperecedero? (Jn 6:58) o ¿alimento perecedero? (Jn 6:27) Arrepiéntase de cualquier rebelión contra la planificación del menú de Dios. Acepte a Jesús como el Señor de su nutrición.

Oración:  Padre, renuncio a la comida "de la corrupción y de la maldad" y dedico mi vida a comer la Eucaristía, el "pan de pureza y verdad" (1 Co 5:8).

Promesa:  "Me da pena esta multitud" (Mc 8:2).

Alabanza:  En Lourdes, Francia, muchos miles de sillas de ruedas, bastones, aparatos ortopédicos, se quedan atrás en la basílica de Nuestra Señora de Lourdes porque sus dueños se curaron y no los necesitan.

Referencia:  (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 30 de noviembre de 2016.

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