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Domingo, 16 de noviembre de 2014

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33er domingo de T Ordinario


Proverbios 31:10-13,19-20, 30-31
1 Tesalonicenses 5:1-6
Salmos 128:1-5
Mateo 25:14-30

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ni bueno ni mejor, sino lo mejor

"Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor" (Mateo 25:21).

Aunque suene extraño, el Señor no nos llama a hacer el bien. "Sólo Dios es bueno" (Mc 10:18). Él no nos llama a hacerlo mejor –o mejor que los demás, o aún mejor que antes. Al Señor no le gusta comparar. Él simplemente quiere que hagamos nuestro mejor esfuerzo. Nuestro mejor esfuerzo puede que no sea el mejor. Puede incluso no ser tan bueno. Sin embargo, el Señor se complace con nuestro mejor esfuerzo. Es un sacrificio que le es aceptable a Él.

Todos podemos hacer nuestro mejor esfuerzo si queremos. Esto no requiere habilidad, destreza, entrenamiento o madurez. Un niño pequeño puede hacer su mejor esfuerzo. Un anciano débil puede hacer su mejor esfuerzo. Siempre podemos hacerlo mejor. Es sólo cuestión de intentarlo. Al Señor no le preocupa la cantidad de talentos que tengamos (Mt 25:15). Él sólo quiere que hagamos nuestro mejor esfuerzo con los que tenemos. Diez talentos le agradarán, si son los mejores. Un millar de talentos desagradan, si no hemos dado lo mejor de nosotros.

Así que "cualquiera que sea el trabajo de ustedes, háganlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres" (Col 3:23). Para hacerlo lo mejor posible, hay que darlo todo. Este es el primer mandamiento: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo" (Lc 10:27).

Oración:  Padre, que pueda tener días no solamente buenos sino los mejores días para mayor gloria tuya.

Promesa:  "Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios" (1 Tes 5:5-6).

Alabanza:  Alabado sea Jesús resucitado, que nos enseña a orar (Lc 11:2) y nos bautiza en el Espíritu Santo (Mc 1:8).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de junio de 2014

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