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Viernes, 15 de enero de 2016

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1 Samuel 8:4-7, 10-22
Salmos 89:16-19
Marcos 2:1-12

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¿reconoces tus pecados?

"¿Quién puede perdonar los pecados, sino solo Dios?" (Marcos 2:7).

Cuando Jesús vio a un hombre paralítico que fue bajado en una camilla a través de un agujero en el techo, le dijo: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mc 2:5). Jesús milagrosamente e instantáneamente sanó al paralítico para demostrar que Él "tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados" (Mc 2:10). Cuando Jesús fue criticado por comer con Leví y sus amigos, Jesús dijo: "Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mc 2:17). Juan el Bautista presentó a Jesús como el "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1:29). Pablo exclamó: "Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores" (1 Tim 1:15). Juan proclamó que Jesús "es la Víctima de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero" (1 Jn 2:2). Es obvio que la esencia de la misión de Jesús está en perdonar nuestros pecados.

Uno de los efectos naturales del pecado es la negación. Negamos que nuestros pecados son graves, que somos culpables, y finalmente, que no hay tal cosa como el pecado. Sin embargo, cuando negamos el pecado, negamos la necesidad de Jesús. En efecto, negamos la divinidad de Jesús, porque el quitar los pecados del mundo solo podría haber sido hecho por Dios mismo.

Sólo los pecadores necesitan un Salvador. Pidamos al Señor por el milagro de admitir nuestros pecados en lugar de negarlos. Entonces estaremos eternamente agradecidos a Jesús, Salvador, Señor y Dios, el único que nos libera de nuestros pecados.

Oración:  Padre, que nos arrepintamos y llevemos a otros a arrepentirse a un grado sin precedentes.

Promesa:  "¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte! Ellos caminarán a la luz de tu rostro" (Sal 89:16).

Alabanza:  José admitió que era incapaz de vencer su adicción y oró para que Dios con su intervención lo ayudara. En su debilidad, el poder liberador de Dios llegó a la perfección, pues Jesús rompió sus cadenas (2 Co 12:9).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 24 de augusto de 2015.

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